Todos los aspersores estaban funcionando.
Hacía un poco de frío debido al viento que soplaba.
Pero como en un momento de tranquilidad, sin nadie que la molestase, ajena a los ruidos, coches y a la gente, descansaba quietamente esta paloma, salpicada por el agua de los aspersores, con las plumas abultadas por el frío, disfrutando de su calor y de la baja temperatura de fuera.
Tras unos segundos, dándose cuenta de mi presencia, se dispuso a marchar. Suerte que la fotografié segundos antes.
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