La violencia no era tanto en las imágenes, sino en la trama. Y ese tipo de películas, donde la corriente violenta va por dentro, son las más peligrosas, porque no te das cuenta de que te va afectando por dentro. E impresiona más que si la violencia residiera en las imágenes, o en el vocabulario. Pero cuando la violencia se almacena en los ideales, en la trama y en el mensaje que se transmite, ahí su potencia se multiplica, y el resultado para la gente sensible es malestar generalizado e incluso ganas de llorar, como me pasó a mí.
Para mí, la violencia no es buena en ningún contexto, ni para intentar hacer justicia o supuestamente buscar un buen fin, como eliminar a los enemigos. Aunque el resultado fuese terminar con “los malos”, no está justificada.
Toda violencia crea rabia, deseos de cumplir un objetivo maquinado. Y realmente, cuando el protagonista o “justiciero” termina su cometido, ¿siente tranquilidad o paz? Seguro que no.
Sentirá un “trabajo terminado”, porque “era necesario”.
Si se consiguiera hacer justicia sin violencia, de ningún tipo, si se pudiera reducir la violencia a dosis mínimas que no causaran daño, habríamos conseguido un poquito menos de carga negativa en este mundo tan dado a dejarse llevar por la corriente.
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