viernes, 18 de noviembre de 2016

Pensamientos de última hora.17


Hace dos días vi una película en la tele que dañó mi sensibilidad, hasta el punto de perdurar el malestar tiempo después de haber terminado.

La violencia no era tanto en las imágenes, sino en la trama. Y ese tipo de películas, donde la corriente violenta va por dentro, son las más peligrosas, porque no te das cuenta de que te va afectando por dentro. E impresiona más que si la violencia residiera en las imágenes, o en el vocabulario. Pero cuando la violencia se almacena en los ideales, en la trama y en el mensaje que se transmite, ahí su potencia se multiplica, y el resultado para la gente sensible es malestar generalizado e incluso ganas de llorar, como me pasó a mí.

Para mí, la violencia no es buena en ningún contexto, ni para intentar hacer justicia o supuestamente buscar un buen fin, como eliminar a los enemigos. Aunque el resultado fuese terminar con “los malos”, no está justificada.

Toda violencia crea rabia, deseos de cumplir un objetivo maquinado. Y realmente, cuando el protagonista o “justiciero” termina su cometido, ¿siente tranquilidad o paz? Seguro que no.

Sentirá un “trabajo terminado”, porque “era necesario”.

Si se consiguiera hacer justicia sin violencia, de ningún tipo, si se pudiera reducir la violencia a dosis mínimas que no causaran daño, habríamos conseguido un poquito menos de carga negativa en este mundo tan dado a dejarse llevar por la corriente.



























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