Se ve, y al momento ya no está, y sólo queda el recuerdo de lo que estuvo, un segundo.
Lo puedes intentar retener en tu memoria, porque quieres recordarlo. Mas dura sólo ese segundo, ese instante en que fijaste la mirada en el cristal.
Porque, como el viento, desaparece, y con él su sombra, su presencia, su vivacidad.
Y lo único que mantiene el recuerdo es la sensación de golpe en los ojos cuando lloran porque el viento es fuerte.
Y lo único que no se va con la sombra es la sensación de haberla visto en un cristal.
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