Este pobre pichoncito se encontraba quieeto, quietiito, debajo de árboles y al lado de una acera, en una avenida de la ciudad.
A pesar de acercarme bastante para sacar la foto, no se movió ni un instante, mas se percibía su miedo en su quietud y en sus ojines.
No sé qué habrá sido de él.
Me quedo con el recuerdo de sus fotos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario