La broma. De broma pasó a ser una broma pesada, y de la broma pesada, se terminó llegando a una serie de, digamos, insultos, que no sentaron nada bien a la tripulación.
El comandante jefe optó por retirarse, mientras que el subalterno siguió vociferando estando enfadado, muy enfadado.
Así, el consejo que ofrezco con este pequeño pensamiento es que no empieces a bromear, porque al final la broma te sale cara; y quizá la broma te sale cara porque no controlas ya la ira, el odio… Entonces, luego llegan más bromas pesadas, y finalmente riñas, enfados, malestares.
La tripulación se reveló un poco contra su comandante y su subalterno, y supo poner orden en aquel estado del barco.
A partir de ahí, la calma volvió relativamente a la embarcación, y ésta continuó surcando los mares con sus ventiscas y calmas.