viernes, 3 de abril de 2020

Pensamientos de última hora. 42

MI TRISTEZA.

No puedo recordar cuándo se instaló en mí la tristeza.
No puedo recordarlo, pero sí sentirlo.
Tu pecho se agita, se agota, te oprime, te asfixia.
De ahí salta a la cabeza, se apodera de los pensamientos, y al final lloras.
Entras en un túnel que no tiene salida, todo oscuro en la distancia, sin luz alguna a lo lejos.
Y ahí se pega, como un parásito, alimentándose del estado de ánimo, de tus ideas, de tus pensamientos. Produce un dolor invisible. Llega a a manejar tu corazón tu cabeza, tu alma.
Te coge, se apodera de ti, y te sume en lo más profundo de un pozo, un pozo que no tiene cuerda para subir.




Y ya estás perdido. Sólo queda esperar a que el viento cambie de rumbo, y que por una buena noticia, un logro personal o porque sí, esta tristeza se vaya tal como vino.
El descanso del cuerpo, del pecho, del alma, el descanso de la cabeza, no puede describirse tal cual.
La paz que llega con la desaparición de la tristeza con la que descansas tranquilo y un poquito feliz.
En esos momentos, doy gracias porque no es poco sentirse en paz.
Es mucho conseguir que la tristeza se vaya, y poder descansar del alma, del corazón y de la cabeza.
Igual que se instala, así se va.
Es tal el descanso de mi vida y de mi alma que es como si corres una maratón y llegas a la meta. Descanso del cuerpo, y satisfacción del ánimo.
Así describo yo la tristeza, cómo se comporta, y sin saber cómo se instala. Ojalá no vuelva nunca.
No sé ni cuando llega ni cómo se va. Pero lo cierto es que se siente un fuerte bienestar con su partida.
Creo también que la tristeza va acompañada de la falta de paz. La paz te da tranquilidad, serenidad. cierta alegría interior. Pero la tristeza, si tiene más fuerza, borra y roba la paz, y se instala en tu alma, haciendo perder las buenas sensaciones y los tranquilizadores del pensamiento.
Triste tristeza, marcha a otro sitio, que yo no te quiero.














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